
“Necesitamos pues, crear la fuerza requerida
para sustentar una política nacional.”
(Juan Domingo Perón)
El compañero Néstor Kirchner nos ha convocado a participar del proceso de reorganización del Partido Justicialista. Como peronistas nos entusiasma la posibilidad que se abre de recuperar nuestro partido, de reorganizarlo a partir de la inclusión de los trabajadores, las organizaciones sociales, los jóvenes, las mujeres. Y de discutir el modelo de país que representamos, recuperando nuestra historia, pensando el futuro y empezando a construir el Peronismo del siglo XXI. Y queremos hacer este aporte para discutir con todos los compañeros sobre el significado que tendrá la recuperación del Partido Justicialista en la tarea de reconstruir el Movimiento Nacional.
El peronismo como ideario y como identidad política fue desde sus orígenes la expresión de los mayores niveles de conciencia del Pueblo argentino. La conciencia de nuestros derechos como trabajadores, como mujeres, como jóvenes. La conciencia nacional resistente a la mentalidad colonial, la conciencia sobre la necesidad de organizarnos. Peronismo significaba derechos sociales, sindicatos fuertes, nacionalismo económico, distribución de la riqueza, unidad latinoamericana, rebeldía ante los patrones y ante quienes pretendían gobernar proscribiendo a las mayorías. Y ese significado se mantuvo por décadas a pesar de los muchos intentos por borrarlo de la memoria colectiva.
El peronismo en el poder había consagrado la independencia económica y política de la Nación, la justa redistribución del ingreso, la industrialización, la movilidad social ascendente, la legislación pro-obrera, la limitación de los beneficios de los sectores oligárquicos, el fuerte protagonismo de los trabajadores a través de sus sindicatos, el voto femenino, la superación de la partidocracia con la organización político-social de las masas desde cada barrio, cada fábrica, cada lugar de trabajo; la dignificación y elevación social de los humildes; la nacionalización de los servicios públicos, el sistema financiero y el comercio exterior; el desarrollo tecnológico independiente; la universalizaron la previsión social y la salud pública. Y las conquistas sociales fueron institucionalizadas en la Constitución de 1949, que llevó a la cúspide de la pirámide normativa a una Argentina productiva, con pleno empleo, salarios justos, protección a la niñez y a la ancianidad, acceso a la salud, la educación, a la vivienda; dueña de sus recursos naturales y de sus servicios públicos.
Pero durante la década del ´90, al invocarse la identidad peronista para llevar adelante un proyecto de signo contrario al que históricamente representamos, el peronismo perdió su significado para vastos sectores populares y sobre todo para las nuevas generaciones. Y esa traición nos legó un partido degradado, convertido en un mero un aparato logístico-electoral, aislado de su base e instrumentado por los mismos intereses que le habían sido antagónicos durante toda su historia. Se consolidó así la corruptela generalizada, la militancia sin convicciones, el sálvese quien pueda, el puntero, el clientelismo, etc. Y el hombre del pueblo dejó de hacer distinciones: todos los dirigentes de todos los partidos eran vistos como miembros de una misma “clase política” repudiada por las mayorías.
A partir del 25 de mayo del 2003 un presidente peronista llevó adelante un gobierno en el que el Estado volvió a cumplir su rol en la economía, la Argentina recuperó su poder de decisión nacional, los trabajadores encontraron trabajo y apoyo para mejorar sus salarios y sus condiciones laborales, las mujeres acceden al poder, los jóvenes se reencontraron con la esperanza de un futuro mejor, los genocidas son juzgados y condenados. Y esto posibilita que el Pueblo vuelva a identificar al peronismo como el vehículo de sus aspiraciones.
El peronismo tiene aún mucho que dar, y ahora tenemos otra oportunidad. Pero la recuperación de la conciencia que históricamente representó nuestro movimiento no se dará espontáneamente. Tenemos la posibilidad de reconstruir y transformar profundamente al Partido Justicialista, que es el único partido con despliegue territorial en todo el país. Las unidades básicas deben volver a ser el corazón del barrio. En los sindicatos y en los barrios se debe volver a discutir el modelo de país que queremos. Debemos llegar a las universidades para que los jóvenes estudiantes vuelvan a encontrar un canal de participación en el movimiento: por nuestra historia, por los miles de compañeros universitarios peronistas desaparecidos, tenemos derecho a hacerlo. Y debemos decididamente incorporar a los nuevos actores sociales emergentes de la crisis y de la resistencia al neoliberalismo.
La reorganización del Partido Justicialista bajo el liderazgo de Néstor Kirchner es necesaria para que el peronismo recupere su significado histórico en la conciencia del Pueblo. Sabemos que a los peronistas ya no nos alcanza con el escudito, la imagen de Perón y Evita, o el nombre partidario para ganar el apoyo popular. Y eso es bueno. Nuestra Presidenta Cristina Fernández de Kirchner se impuso por una amplia diferencia en las elecciones anunciando la profundización del cambio. En numerosas provincias y municipios se impusieron quienes mejor expresaron esa demanda popular de cambio, más allá de su identidad partidaria. Y numerosos dirigentes fueron derrotados allí donde pretendieron triunfar apelando solo a los símbolos partidarios. El orgullo por nuestra historia y por nuestra iconografía debe ser acompañado por el impulso transformador y por una clara definición sobre el modelo de país que queremos construir: el peronismo, por su historia y por su inserción social tiene todas las condiciones para volver a ser el vehículo del cambio en la Argentina.
Las últimas elecciones confirmaron que este proyecto encabezado por Néstor Kirchner y Cristina, recibe su mayoritario respaldo de parte de los trabajadores, de los hogares humildes, de los compatriotas del interior profundo; en definitiva de los argentinos que esperan que de la mano de un nuevo y autentico justicialismo se concreten las históricas banderas de Perón y Evita.
El compañero Néstor Kirchner, se dispone a transformar al Partido Justicialista para ponerlo al servicio del Proyecto Nacional y para convertirlo en el centro del dispositivo de articulación con otras fuerzas políticas y sociales dispuestas a acompañarnos en la ciclópea tarea de cambiar las estructuras económicas, institucionales, sociales y políticas que nos llevaron a la decadencia. La transformación del peronismo y la recuperación del partido será un avance decisivo en la reconstrucción del Movimiento Nacional.
Viene a conducir el Partido Justicialista el hombre que nos sacó del infierno. Kirchner quiere un peronismo movimientista, con la participación de los trabajadores, de las organizaciones sociales, de la juventud, de la mujer. Y quiere construir una fuerza moderna para nutrir al gobierno de nuevos cuadros y, a la vez, que el partido se nutra de cuadros del Estado con experiencia para la formación de otros compañeros. Porque si no formamos cuadros comprometidos con el Proyecto Nacional, dejamos los casilleros libres para que reaparezcan los tecnócratas formados por los intereses del poder económico.
Esta iniciativa restituye el debate que nos fuera negado durante tantos años y es la oportunidad de imaginar y proponer nuevos contenidos, métodos y acciones. Allí, involucrados en esa discusión, haciendo lo que siempre hicimos, reivindicando a la política como el espacio de la lucha por nuestras convicciones, es donde debe darse nuestra participación. El debate sobre el partido político que queremos es otra oportunidad que genera el ex presidente para fortalecer nuestro Proyecto Nacional. Nos sentimos convocados a un nuevo desafío y lo afrontamos con el compromiso militante y las convicciones de siempre.
Mesa Federal - MOVIMIENTO EVITA
15 de Febrero de 2008